Cuentan una anecdota de su vejez que la voy a reproducir por curiosa, dejo para otro momento la vida de este gran torero.
"... La residencia de su retiro fue Villamantilla (Madrid), donde era propietario de algunas fincas y de un monte de caza, su mayor afición después de los toros.
Los vecinos de dicho pueblo han sentido un día el deseo de celebrar una fiesta taurina; se adquieren unos astados y se contratan unos lidiadores jóvenes e inexpertos; desde los primeros lances que dan los mismos, un viejecito de patillas blancas, que está de espectador, les grita con frecuencia: "¡Así no! "¡Tómaló a la derecha!" "¡Estira los brazos!"...
El primer espada se amosca, mira repetidas veces al impertinente consejero y, por último, se dirige a él diciéndole:
- Oiga usté, tío viejo, ¿Por qué en vez de hablar tanto no baja a hacer lo que dice?
-¡Espera, que ahora voy!-replica el anciano.
Y con asombro, el viejecito aquel baja al ruedo; y con mayor asombro, lancea al novillo maravillosamente con verónicas y navarras, pone cátedra de toreo fino y clásico, y, al devolver al torero incipiente, le pone una mano en el hombro diciéndole:
-Así se torea!.
El público no cesa de aplaudir; el maestro ha vuelto a su sitio, entre los espectadores, y el novillero pregunta quien es aquel hombre que aparece ante sus ojos como un ser extraordinario.
-Ese hombre es el señor Cayetano Sanz- le dicen.
Montera en mano, con la mayor humildad, el torerillo, antes insolente, sube a las gradas para pedir perdón al viejecillo de las patillas blancas, y éste se lo otorga con palabras paternales.
Cayetano Sanz murió en Villamantilla el 21 de septiembre de 1891.
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